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lunes, 28 de enero de 2013

Nueve días de despedida

Ha pasado mucho tiempo que no escribo en este blog, pensado principalmente para ir poniendo las cosas que hago, sobretodo de punto y ganchillo, amo tejer y amo las lanas. El problema es que no hago fotos de lo que tejo y casi todo lo regalo, sin dejar constancia gráfica para poner en el blog.
En todo este tiempo se ha ido el hermano-amigo-confidente-eterno conversador de mi marido por culpa de un maldito cáncer de pancreas, diciéndolo así parece poca la pérdida, pero no solo era mi cuñado, era también mi amigo, mi hermano, el padrino y referente de mi hija, el mejor tío que pudieron tener sus sobrinos y el mejor amigo de los amigos, el mejor padre del mundo, el mejor marido que se pueda tener, ¿quién en 35 años de convivencia no ha discutido con su pareja?. Pues mis cuñados no discutieron nunca. Era una gran persona, de esas que se echan de menos continuamente, que estaba pendiente de todo y de todos, que siempre tenía una sonrisa en los labios (siempre le recordaré sonriendo, incluso en el tránsito a la otra vida, si es que la hay) rodeado en sus últimas horas de sus amigos, verdaderos amigos y de su familia. Ahora he descubierto la verdadera amistad, he visto y he vivido momentos que me han cambiado la vida. En los casi tres días de su último viaje llegué a sentir la paz, la verdadera paz mirándole a él como respiraba y como iba dejando poco a poco fluir su vida, con una serenidad que no había visto nunca.
Me hubiera gustado detener el tiempo en ese momento, mi marido acariciando a su hermano que respiraba lentamente, mientras que el sofá de la habitación de la clínica estábamos sentadas mi hija, mi sobrina, mi cuñada y yo acurrucadas las unas en las otras mirando con todo el amor del mundo a quién nos iba a dejar a las pocas horas irremediablemente.